El poder de Salomé
EL PODER DE SALOMÉ, LA GITANA
Los
ojos de Salomé poseían una mirada subyugante: nadie escapaba a ellos y nadie se
podía escapar de ellos. Roberto lo percibió desde la primera vez que los
enfrentó. Encajó el golpe y resistió la embestida. Desde ese instante se
entabló una lucha que ninguno de los dos pudo imaginar que llegaría tan lejos,
aunque para ella su intención era única: la sumisión de quien la viera. Era
consciente de sus armas y las utilizaba a la perfección: rostro perfecto,
cuerpo de formas armoniosas, cabellos negros con fuerte magnetismo, manos
deliciosas, mirada hechizante, voz envolvente y sensual, todas sumadas a las
más poderosas: inteligencia y astucia sin igual.
Pero
Salomé era entonces tan sólo una sencilla y desconocida gitana, que deambulaba
por los parques y plazas, donde hubiese público, para ofrecer sus servicios de
leer el destino en las manos de sus clientes.
Tenía, además, esa edad de máximo poder en todo joven y en especial en toda mujer: veinte años. Llena de vitalidad y
fuego, de fuerza arrasadora, de alegría audaz y desembocada, que se dejaba
sentir en sus sonoras y estremecedoras carcajadas: una risa que calaba hasta
los huesos del más adusto espíritu. Y así fue su encuentro con Roberto, aquella
vez que cruzaba la plaza de la iglesia de Lourdes, al norte de la capital. En
la hora del crepúsculo, ella se le atravesó al paso para pedirle su mano y
decirle su suerte. Con una actitud burlona y escéptica, Roberto aceptó
solamente para poder admirar cara a cara la singular belleza de la joven
gitana, en la que resaltaban sus turgentes y poderosos senos, bajo aquella
blusa de mil colores y amplio escote que ceñía los hombros de Salomé. Poca atención prestó a los augurios de
aquella mujer salida de la penumbra para atenderlo. Salomé le anunció su futuro
viaje al exterior, donde tendría fortuna y fama, donde se casaría pero no sería
feliz y con el tiempo se divorciaría y quedaría atrapado por una mujer de color
canela, por efecto de sortilegios y lazos invisibles de los cuales él no podría
escapar a su pesar. Esa mujer y él tenían inevitablemente sus caminos paralelos
y un buen día se cruzarían, aunque Roberto se resistiría y…. En ese instante
Salomé enmudeció con un ligero estremecimiento y un respingo, que le hizo
levantar sus ojos muy abiertos y sorprendidos hacia él. Rápidamente le entregó
un talismán para su protección y recogiendo apresuradamente su paga, se alejó
perdiéndose en las sombras, sin darle tiempo a Roberto de coquetear con ella,
como era su intención desde el principio.
Todo
esto lo recordaba Roberto hoy, con precisión cinematográfica, fuertemente
impresionado por el cambio tan abismal de Salomé después de veintiséis años.
Ahora que la veía de nuevo fotografiada en aquella revista de moda que tenía en
sus manos y se la mostraba esplendorosa en su edad madura. La reconoció por el
gesto inconfundible y la mirada embrujadora, mirada que no solamente a él, sino
a muchos había puesto de cabeza ante sus pies. La expresión de su rostro
lanzaba afuera esa fuerza interior, de potente seguridad, dominante,
arrolladora. Ya la pueblerina gitana había quedado atrás. Nada de esos cabellos
ondulados y encantadoramente desordenados, largos hasta la cintura, nada de
aquellos trajes de telas multicolores, sueltos, amplios, pero que dibujaban la
línea de sus formas y que le cubrían hasta los tobillos, nada de aquella blusa
tan sensual y excitante que exhibía aquellos esculpidos senos. Ahora era una
estrella, una fulgurante estrella del cine y la farándula, famosa y exitosa por
esa inigualable voz cautivadora, cuyo timbre estremecía hasta el más insensible
misógino, perturbándole contra su voluntad.
¿Cómo
llegó a eso?
Sacudido
por la intriga, Roberto inició al instante la investigación de lo que había
sucedido con la gitana que con algo de acierto, le había presagiado su futuro,
ahora convertido en su presente. Algunas cosas de las que ella le pronosticara
se habían cumplido: un hecho accidental le cambió su vida y lo envió al
extranjero. El asesinato de un compañero de lucha había dado lugar a que le
encargaran la misión de reemplazarlo en Chile, en plena época de la dictadura
militar. No temió asumir la tarea encomendada, pues su imagen de periodista de
gran renombre y además director y propietario de la revista “Sucesos”, le daban
un perfil de confiabilidad y lejana sospecha de estar ligado a la fuerzas que
pugnaban por el retorno a la democracia. En Valparaiso realizó una entrevista a
una psicóloga franco-chilena, promotora de un nuevo programa de desarrollo
personal. La amplia cultura de esta mujer y su interesante personalidad lo
cautivó y se casó con ella. La unión perduró un largo tiempo y de ella obtuvo 3
hijos. Sin embargo no fue todo lo feliz que esperaba y terminó divorciándose
luego de dos décadas de buena relación. Regresó a su natal Bogotá, aunque tuvo
la oportunidad de quedarse en el país austral luego de que se recuperó la
democracia. Pero anhelaba hacer algo más por su propio país. Sin embargo, hasta
entonces no había aparecido la mujer color canela de la que quedaría hechizado,
según lo dicho por la gitana. Por eso Roberto consideraba que a lectura de sus
manos no había estado tan acertada…
Desde
el día en la que redescubriera en la revista, Roberto comenzó a ver a Salomé
por todas partes: en un anuncio de prensa, en un spot de televisión, en una
valla por la carretera… Y en alguna que otra entrevista en los programas de
variedades que pasaban por los diferentes canales. Ahora, con la magia de la
tecnología y la televisión, Salomé le decía qué hacer, cómo y dónde. Le recomendaba
ya un restaurante de lujo, como una loción para después de la afeitada; el
carro que debía tener, la ciudad que debía visitar, la bebida a tomar, dónde
vestir, etc. También la vio dando el puntapié inicial al partido de fútbol más
sonado por la época… O sugiriéndole por cuál candidato votar en las próximas
elecciones. Porque a Salomé la contrataban para todo: sabían del poder
hipnotizante que tenía su espléndida figura y lo convincente de su voz sensual,
ligeramente ronca, que decía todo acompañada de una mirada seductora como
ninguna.
La
imagen de Salomé se le aparecía hasta en sueños. No podía quitársela de su
pensamiento. Una y otra vez repasaba aquel encuentro en ese distante pasado. Y
decidió investigar sobre ella. Como buen periodista, rápidamente obtuvo
información en los canales de televisión. Así se enteró de que Salomé saltó a
la fama a raíz de contraer matrimonio con uno de los actores más cotizados del
cine holliwoodense. Esa unión tuvo mucha prensa y los paparazzis no les dejaban
la vida en paz. Así la fulgurante figura de Salomé fue apareciendo más y más en
las revistas de moda y farándula, en los videos de los eventos más rutilantes
del mundo artístico. Durante unos años, fue la pareja que dio mucho que hablar
y admirada por su aparente armonía y entendimiento. Con su aguda inteligencia,
Salomé respondía las preguntas más atrevidas o audaces que le hicieran. Muchas
veces dejó en ridículo a más de un reportero o entrevistador, ante las
preguntas de doble filo que solían formularle, en especial para tratar de
minimizar su prestigio, su influencia, su poder y dejarla en ridículo. Su
astucia la llevó a codearse con renombrados políticos, autoridades del gobierno
y toda persona que le aportara a su fama y renombre público. Incluso tuvo la
osadía de responder a una oferta para ser candidata a elección popular,
diciendo que no lo necesitaba porque ya era mucho más influyente en la sociedad
que el mismo presidente (y lo había dicho en los Estados Unidos!) y que contaba
con un apoyo popular envidiable, pues sus fans se contaban por millones y los
había en los cinco continentes, lo cual era muy cierto.
Había
estado en Chile casi por el mismo tiempo que estuvo Roberto en ese país. Y
habían retornado a Bogotá con una leve diferencia de días. Su primer spot lo hizo
publicitando un fino vodka, con la agencia donde Roberto fue a trabajar por un
breve periodo, creando las campañas para esa misma marca de vodka, antes de que
ella apareciera por allí. Luego de varios años, surgieron los conflictos con el
actor, atizados por la prensa amarillista que le endilgaba aventuras amorosas a
espaldas de él. O traiciones del actor con compañeras de reparto en las
películas que protagonizaba. Así terminó esa famosa pareja y ella al poco
tiempo anunció su boda con un magnate de la prensa… ¡El mismo que le había
hecho una jugosa oferta a Roberto por la propiedad de “Sucesos”!... Pero
Roberto se resistió pues valoraba la independencia y autonomía por sobre
cualquier otra cosa. Esa oferta la recibió tan sólo un par de semanas antes de
que Salomé se relacionara con el magnate.
Por
todo ello, Roberto optó por
ir directo al grano, tomar el toro por lo cuernos y conseguir una
entrevista con Salomé para su revista. Se valió del contacto con el magante,
quien no lo dudo un instante y le facilitó la cita con ella, pues a la vez
contribuía a su propia fama y poder mediático. Salomé había accedido gustosa,
dado que la revista “Sucesos” tenía enorme prestigio por su seriedad y porque rara
vez entrevistaba a artistas, a no ser aquellos que, por su referente social o
cultural, no necesariamente por su resonancia comercial, se destacaban a pesar
del ostracismo que sobre ellos ejercían los poderosos dueños del espectáculo. Es más: solían ser artistas cuestionadores,
polémicos, algunos de evidente compromiso político. Ella sería la primera, que
sin tener ese perfil, fuese entrevistada en “Sucesos” y además por su propio
director, lo cual para sus cálculos, le otorgaba mayor poder e influencia.
Aquella
tarde, Roberto acudió a la cita dispuesto a realizar su trabajo con toda la
profesionalidad que le caracterizaba. Quería sacar a flote el secreto del poder
de Salomé sobre todo el que se le acercaba y en general sobre el público que la
seguía. Al llegar a la mansión de gran lujo de la pareja, se propuso no dejarse
impresionar ni por su dinero ni su fama. Ya había lidiado con el magnate
saliendo airoso y con ella estaba listo a enfrentar esa mirada penetrante como
en aquella otra tarde lejana en la fría y taciturna Bogotá. Al ingresar a la
sala donde le recibiría Salomé, examinó el ambiente como quien analiza el
terreno de una batalla. Cuando llegó Salomé, estaba de espaldas admirando un
retrato al óleo de ella, de gran tamaño en la pared principal, así que cuando
escuchó el “Buenas tardes” en aquella voz inconfundible, por su espalda corrió
una corriente poderosa que le alteró su tranquilidad. Giró para verla y
saludarla y sus miradas chocaron cual dos trenes de alta velocidad. No pudo
expresar palabra. Pero ella… Ella reaccionó abriendo al máximo sus hermosos
ojos llenos de asombro, con el mismo estremecimiento y dando el mismo respingo
que tuviera segundos antes de desaparecer en el parque de Lourdes, dejándole el
talismán de protección… Talismán que Roberto botó por considerarlo una soberana
tontería. Un fogonazo encandiló su mente. Salomé lucía con sus brazos y espalda
descubiertos y un atrevido escote que dejaba ver su piel de un sin igual color
canela. Ella lo reconoció sin preguntarle nada, aunque él ya no lucía aquel
cabello largo de los jóvenes de los sesenta, ni su barba guevarista. Ambos se
estremecieron y comprobaron que el presagio de las manos de Roberto se cumplía al cien por
ciento.
Así,
el pobre magnate salió perdiendo a Salomé, frente al azar de la vida, que actúa
sin permiso de nadie.
Ramón Paz, marzo 14 de 2015.
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